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Voto Voluntario: estratificación socioeconómica y participación.

Un estudio realizado por el Centro de Políticas Públicas de la Universidad Católica de Chile, en septiembre de 2011, entrega la documentación necesaria para concluir que la reforma que introduce la voluntariedad del voto en nuestro sistema solo agudiza el fenómeno de la estratificación socioeconómica de los votantes, genera el caldo de cultivo suficiente para la aparición de populismos individualistas y no soluciona el problema de la participación juvenil.

Este estudio, además, se hace cargo (desmiente) del argumento que indica que una reforma de esta envergadura solucionará el problema de falta de participación joven en nuestros escrutinios populares, además, de indicar el riesgo que corre nuestro sistema político con la introducción de una reforma de este tenor.

Veamos:

Hoy los menores de 30 años que no están inscritos en los registros electorales y los menores de 35 que sí lo están, se muestran como los más desinteresados por el sistema político y partidario y los que menor información política consumen[1]. Así mismo, un estudio de 2010 arroja que casi un 90% de los menor de 30 años no le interesa involucrarse en roles políticos en los próximos 5 años[2]. Siendo los jóvenes más pobres y más desinformados los que conforman éste grupo. Así mismo, el mayor porcentaje de menores de 30 años dispuestos a “vender” su voto son los pertenecientes al primer y segundo quintil[3]. De no ser obligatorio el voto, los más pobres no asistirán a votar y los más acomodados no verán alterada su conducta política.

Me dirán entonces: ¿acaso no es deber de los políticos encantar a ese porcentaje de jóvenes para que se interese y participe en política? Por cierto, pero el riesgo es grande. Nuestro sistema de partidos es un sistema conservador y tradicionalista que demora mucho en adecuarse a los cambios sociales, por tanto, antes de producir la renovación de rostros y programas el sistema puede caer en una deslegitimación importante. Además de lo anterior, sumemos que el deseo de conquistar a esa nueva masa de electores puede motivar a muchos a caer en un discurso facilista y populista, lo que debilitaría, aún más, la institucionalidad partidaria y política.

Por último. De no ser obligatorio el voto, y en consideración del desinterés que comulgan los menores de 30 años no inscritos y menores de 35 inscritos, el padrón electoral “convencido” de levantarse temprano un día domingo para sufragar, se reduce considerablemente. El efecto de la voluntariedad produciría un círculo vicioso donde los jóvenes de menores ingresos no participarían. Así mismo, en la Sexta Encuesta Nacional de la Juventud el 65% de los encuestados no inscritos muestra desinterés y desconfianza en la política. Nada indica por tanto, que de ser voluntario el voto mayor será la participación de los jóvenes.

Si el problema a superar el la baja participación de jóvenes en política y la falta de oxigenación del sistema, la inscripción automática y voto voluntario no es la solución. Pareciera ser que un sistema de inscripción automática y voto obligatorio se acerca mucho más.

Ahora bien, si el problema es la insuficiencia de nuestro sistema ninguna de ambas reformas, sin más, soluciona el problema.


[1] Fuente: LAPOP 2006, 2008, 2010

[2] Fuente LAPOP 2010

[3] Fuente LAPOP 2010

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