“Potencia volitiva” es la frase
que elige la Rae, dentro de sus varias acepciones, para referirse a la voluntad.
Yo he preferido desarrollarla mediante tres conceptos, que a mi juicio, se
contienen en la esencia de la voluntad como elemento conceptualizante, y estos
a su vez, permiten moldear un modelo de esta incontenible potencia.
“La
voluntad es la fuerza del alma” nos decía un profesor y como imagen incandescente
quedó en mi grabado ese significante. Por
sobre todo la voluntad es fuerza, es energía y motor de nuestras decisiones y
acciones, y en muchas ocasiones, culpable que estas últimas se disocien. Es una
fuerza que no tiene un origen, sino en sí misma. No es concebible la voluntad
como “un después de” ella es origen desoxigenado, el inicio de lo que comienza.
La
voluntad nos desembaraza para el inicio de nuestras empresas, es más, nos rebalsa
de las energías diarias y nos permite lanzar al final del camino la somnolencia
y la abulia. Sin esta dama de hierro nuestros días quizás nunca comenzarían, y
de iniciarse, serían un paso en falso. Para estar al lado del camino se
necesita valor, pero sin duda disposición y voluntad. La vida nos presenta
situaciones y momentos que muchas veces son aciagos, pero debemos erguirnos para
continuar a paso firme, en disposición para reanudar. La voluntad es la
responsable que iniciemos nuevamente los nuevos días.
La
disposición pendenciera es actitud, la voluntad con armadura es también actitud.
Una cota que no sólo protege, sino que golpea respeto en los presentes y groseros
recuerdos en los ausentes. La voluntad es sin duda actitud, pero ¿Qué tipo de
actitud? ¿Cualquier actitud satisface a la voluntad? ¡No! Una actitud desafiante
y transformadora; temeraria y valiente. Una actitud pusilánime ofende, decepciona
y contradice a la voluntad, a tal escala, que ésta se indigna y desaparece, ahí
ya no hay renovación sino conformismo.
La
voluntad es una energía inconmensurable, inmedible, irrepresentable. La fuerza
del alma alcanza decibeles estratosféricos.
Al
ser humano se le inocula la voluntad al nacer, para que goce de la fuerza para
vivir. El pequeño dios de Huidobro, es por sobre todo, voluntad.